lunes, 9 de septiembre de 2013

MI PÍLDORA DE LA FELICIDAD

Mi píldora de la felicidad no se llama Lexatín, ni Valium, ni Bentazepam, pero también puede tener diferentes nombres.

Hay temporadas en las que me engancho más a una de esas píldoras. Cuando eso sucede, no hay que dejarla de golpe. Sólo hay que desengancharse cuando se nota que no proporciona el mismo efecto, progresivamente, para que no haya efectos secundarios.

Las píldoras que tomo estimulan todos los sentidos. Sus cuerpos desnudos me han permitido disfrutar de imágenes bellas, por lo que la vista se ha visto favorecida.

El olor de salivas que se mezclan también puede tener efectos ansiolíticos y sedantes. Sentir el tacto cálido y áspero de una mejilla o una mano, notar ese roce, sirve también como un estupendo fármaco.

De fondo, el sonido de respiraciones que se acoplan, permite que el oído también se active.  El sabor salado de la piel empapada en sudor, hace que el sentido del gusto también entre a formar parte.

Y cuando todos los sentidos están plenamente conectados llega un latigazo que desemboca, no en dolor, si no en la descontrolada carcajada del deseo satisfecho.

Mientras se administra el tratamiento no hay que racionalizar, ni meditar, ni reflexionar. Se trata únicamente, de bajar por un momento el volumen de nuestro propio pensamiento para centrarse solamente en lo que los sentidos nos proporcionan.

Así que, por el momento, no he probado ninguna medicina que pueda funcionar de un modo más completo.

No hay comentarios: