CAPÍTULO I.- EL presagio de un futuro incierto
Parte 1
Era una mañana soleada más en la campiña inglesa. Mary Gladys, demasiado coqueta para su edad, fruncía el ceño ante el caprichoso vuelo del ruiseñor que intentaba atrapar. El auténtico origen de su inquietud era, en realidad, la fastuosa celebración de aquella noche: su tanto tiempo esperada puesta de largo. Estaba demasiado nerviosa, y había decidido salir a disipar sus preocupaciones por los espléndidos jardines que rodeaban Belinda´s Hill.
Belinda´s Hill era el nombre de la soberbia mansión, construída por su padre, Richard Nash, y desde el primer momento objeto de admiración y múltiples comentarios en todo el condado de Divineshire. Su nombre evocaba a su esposa, la madre de Mary Gladys, a quien nunca había llegado a conocer. Tan sólo un pequeño lienzo del desván, furtivamente recuperado, era la imagen que podía evocar de su madre; un pálido semblante que coronaba una oscura cabellera de mirada retadora con un atisbo de orgullo, turbador y enigmático. Siempre que había osado preguntar sobre ella, la única respuesta era el silencio y una sombría mirada, quizás melancólica, de su padre.
- "¡ Mary G. (léase Merillí), Mary G. ! Tu padre te está buscando. ¿Dónde te has metido?". Era su severa institutriz, Madame Beaumont, quien la llamaba; tan grande su tamaño como su amor por la disciplina y el decoro más estricto, aprendido en los más exigentes y austeros internados femeninos de Suíza. Mary Gladys, que temía una posible reprimenda, echó a correr en dirección a la casa. Tras ella, en el horizonte, unos incipientes nubarrones amenazaban aquel día idílico, anunciando el próximo estallido de la mayor tormenta que vería Belinda´s Hill en mucho tiempo.
Parte 1
Era una mañana soleada más en la campiña inglesa. Mary Gladys, demasiado coqueta para su edad, fruncía el ceño ante el caprichoso vuelo del ruiseñor que intentaba atrapar. El auténtico origen de su inquietud era, en realidad, la fastuosa celebración de aquella noche: su tanto tiempo esperada puesta de largo. Estaba demasiado nerviosa, y había decidido salir a disipar sus preocupaciones por los espléndidos jardines que rodeaban Belinda´s Hill.
Belinda´s Hill era el nombre de la soberbia mansión, construída por su padre, Richard Nash, y desde el primer momento objeto de admiración y múltiples comentarios en todo el condado de Divineshire. Su nombre evocaba a su esposa, la madre de Mary Gladys, a quien nunca había llegado a conocer. Tan sólo un pequeño lienzo del desván, furtivamente recuperado, era la imagen que podía evocar de su madre; un pálido semblante que coronaba una oscura cabellera de mirada retadora con un atisbo de orgullo, turbador y enigmático. Siempre que había osado preguntar sobre ella, la única respuesta era el silencio y una sombría mirada, quizás melancólica, de su padre.
- "¡ Mary G. (léase Merillí), Mary G. ! Tu padre te está buscando. ¿Dónde te has metido?". Era su severa institutriz, Madame Beaumont, quien la llamaba; tan grande su tamaño como su amor por la disciplina y el decoro más estricto, aprendido en los más exigentes y austeros internados femeninos de Suíza. Mary Gladys, que temía una posible reprimenda, echó a correr en dirección a la casa. Tras ella, en el horizonte, unos incipientes nubarrones amenazaban aquel día idílico, anunciando el próximo estallido de la mayor tormenta que vería Belinda´s Hill en mucho tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario